La vida de las cerdas enjauladas en la industria porcina

¨Mientras el círculo de compasión no abarque a todos los seres vivos, el ser humano no hallará la paz por sí mismo¨. Albert Schweitzer (médico franco-alemán, premio Nobel de la paz en 1952 y vegetariano).
Lo que la industria porcina y, por extensión, nuestra especie humana hace con las cerdas es sencillamente repugnante. No hace falta ser vegano ni animalista para indignarse ante la tortura a la que se somete a las cerdas para que produzcan cada vez más crías. Todo por más jamón y chicharrones, a mayores utilidades.

El ritmo que impone esta industria para aumentar su productividad, es decir sus ganancias, es infame e intolerable. Lo peor, sin dudas, es la inmovilización a la que fuerzan a las cerdas, al encerrarlas en jaulas donde apenas caben durante todos los meses de gestación, así como durante la maternidad o periodo en el que dan de lactar. Aunque las cerdas podrían vivir igual que un perro, o sea, 15 años; la industria sólo les permite vivir, a lo mucho, 3 años. Al margen de la cantidad de años que les privan, lo
verdaderamente terrible es la calidad de vida en esos miserables 3 años. Lo cierto es que al mes de nacidas, los y las cerdas son destetadas y separadas de su madre, a quién nunca más volverán a ver, pues ella será explotada sucesivamente hasta que su cuerpo lo permita.

Tras unos 6 meses, cuando las cerdas ya son jóvenes y fértiles, son inseminadas natural o artificialmente vía una sonda. Por ser primerizas, este proceso dura hasta 21 días. Tras esta breve espera, se inicia el periodo de gestación -que durará unos 4 meses- para lo cual son encerradas en una jaula denominada de gestación, que literalmente las inmoviliza pues ni siquiera pueden darse la vuelta en ellas. Allí, sin chance de girar, comerán, defecarán, dormirán, orinarán y gestarán exactamente en el mismo lugar y
posición.

Como es obvio, al estar encerradas así, las cerdas se encuentran físicamente impedidas de realizar cualquier actividad instintiva, como caminar, hurgar, revolcarse, jugar, anidar o incluso, voltearse. Es como si les estuviera prohibido moverse. Así no queman calorías y por tanto, demandan menos alimento. La tortura les sirve para ahorrarse alimento.

Para lograr esto la industria fabrica estas jaulas a la medida del cuerpo estándar de una cerda (60 cms de ancho x 1.8 de largo y x 1m de alto), de modo que al ingresar quedan atrapadas y casi inmovilizadas durante cerca de 10 meses por cada año (dado que son 2 ciclos o camadas por año). Ergo, viven enjauladas así cerca del 80% de sus vidas. Esta inmovilización prolongada -casi permanente en realidad- produce, evidentemente, ansiedad, miedo y sufrimiento en el animal, además de lesiones,

llagas, cojeras y, en general, dolencias y problemas musculares, óseos y hepáticos. Como no es díficil imaginar, su vida se vuelve un infierno. Este infierno se repite una y otra vez, pues tras los 4 meses de gestación, en la víspera del parto, la cerda es trasladada a otra jaula inmovilizadora, igual de grotesca, pero con una variante en el diseño para que se queden echadas permanentemente a disposición de la decena de cerditos que suele tener en cada parto. En esta jaula de maternidad, la cerda es retenida 1 mes, hasta que le quitan a sus bebés y tras apenas unos días de reposo es nuevamente inseminada para repetir los ciclos de gestación, maternidad y nueva inseminación hasta el final de su sufrida vida. Cuando finalmente su productividad de lechoncitos decaé a los 3 años, es llevada al matadero. Habrá dejado como saldo para beneficio de su amo humano, más de 70 cerditos entre sus 6 o 7 ciclos productivos. Muere, literalmente, para ser libre de este perverso sistema de explotación y enjaulamiento inmovilizador.
Felizmente, ya circula en redes una petición ciudadana para que el Perú siga el camino de otros países que ya prohibieron el uso de estas jaulas inmovilizadoras. Aquí el enlace para que los interesados firmen en menos de 30 segundos y así hagamos fuerza para detener esta brutalidad. Existe también una página de internet que sirve especialmente para informárse y darle seguimiento a esta petición pública, con el
nombre de ¨Perú sin jaulas inmovilizadoras¨.

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